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sábado, 20 de abril de 2013

Día 27 en Sofía "mi gran boda griega"


Leyendo algo acerca del libro "la riqueza de las naciones" de Adam Smith, de entre muchas cosas, llamó mi atención lo siguiente, algo que parece que mucha gente ha olvidado, sobre todo muchos jóvenes.

El pensamiento es el siguiente:
"El valor de cualquier bien, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir o que pueda disponer por mediación suya. El trabajo, por consiguiente, es la medida real del valor en cambio de toda clase de bienes.
El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella, o cambiar por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarán y que podrá imponer a otros individuos. Lo que se compra con dinero o con otros bienes, se adquiere con el trabajo, lo mismo que lo que adquirimos con el esfuerzo de nuestro cuerpo."

Creo que este es un pensamiento que conviene tener muy en cuenta, especialmente hoy en día, en la época del "compre hoy y pague en 15 meses". Hoy todo se paga con tarjeta de crédito y olvidamos el esfuerzo que hay detrás de esos pagos. Un mileurista se compra un super Iphone 5 por 400€ (no sé lo que cuesta, pero no creo que valga menos de eso). Resulta que ese buen mileurista ha invertido casi 15 días de trabajo en algo que no le reportará nada, menos que eso, puesto que tendrá que pagar las llamadas de teléfono que haga así como la cuota de conexión a internet, es decir, lo que le reportará será más trabajo para poder seguir manteniéndolo, es decir, lo está esclavizando.

En esto nos ha, y se ha convertido la sociedad capitalista en la que vivimos, que con una increible forma sútil nos ha hecho olvidar que el trabajo es la verdadera moneda que paga todas las cosas, ha hecho que vivamos ligados a lo material, de ese modo nosotros mismos compramos las cadenas con las que nos someten y además lo hacemos con una sonrisa de satisfacción en nuestros rostros.

Interesante reflexión, la cual no hubiera calado de forma tan profunda en mi de no ser por mi experiencia lejos de mi lugar de residencia. Vivir fuera, alejado, donde ni la moneda es la misma y tienes que controlar al cien por cien tus gastos mensuales hace que se analicen con lupa este tipo de cosas.  Estamos sincronizados para ser materialmente abusivos y deseosos de cosas que quizás ni siquiera usemos en un futuro, pero que in situ, en el momento exacto de la adquisión, pensamos nos reportarán una satisfacción tan plena como el mismo orgasmo.



La satisfacción en la Grecia, vecina de Sofía, pasa por romper platos en sus celebraciones. Punto curioso que he podido comprobar  esta noche en una fiesta griega que se celebraba en un pub de Sofía. En mi liviano instinto de la investigación acerca de las cosas diferentes que encuentro, no podía dejar de lado este hecho. Así que... os cuento un poco. Esta costumbre de romper platos en las fiestas (tradición “kefi”), tiene su origen en las fiestas de casamiento y se realiza cuando alguien baila “zebékiko” (especie de danza tradicional bailada en las bodas). Dicen (que no lo se porque no he asistido a ninguna boda griega) que un miembro de la familia de los recién casados es el primero en romper un plato en la pista de baile y luego es seguido por el resto de los invitados. O sea, ¿como cuando el padre de la novia se marca el Paquito el Chocolatero con la cara más colorá que un tomate dejando ver los estragos de nuestro buen vino??. Pues eso!!! Algo así

Los platos rotos, simbolizan buena suerte, felicidad y larga vida conyugal. Esta costumbre fué llevada a otras fiestas e incluso bares “buzukia” (llamados así porque se toca el "busuki" que es un instrumento tradicional griego). En fin... que sobre gustos no hay nada escrito en ésta... "mi gran boda griega"

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