Para poder llevar a cabo una buena investigación acerca de tan delicada materia, he tenido que empollar durante días algún que otro artículo en internet, pedir prestado algún libro en la biblioteca municipal, hablar a solas con Wikipedia, y sobretodo prestar una especial atención empírica en mis paseos diarios por Sofía.
Dicen que la belleza se entiende "como una cualidad abstracta y subjetiva, que está presente en la mente de los seres humanos, produciendo una satisfacción intensa que proviene de manifestaciones sensoriales o ideas adquiridas según las distintas culturas donde se define." Pero la belleza humana es un lujo difícilmente explicable con palabras, ya que es necesario verla para entenderla y valorarla y eso depende del ser, del espacio y del tiempo. "Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla", Confucio.
Cada persona, cada cultura, cada época, se construye según las variables de su propia dinámica, es decir, tiene su peculiar concepción de la belleza, lo que es bello para unos, puede no serlo para otros, sin embargo, hay ciertos cánones de belleza que suelen valorarse como inalterables por distintas personas y culturas ya que se mantienen intactos en las coordenadas del espacio y del tiempo. Esto ocurre cuando la belleza consigue equilibrarse en contenidos y formas.
Cuando hablamos de belleza humana en todas las culturas existen características antropológicas y genéticas que definen tipos de belleza distintos que pueden valorarse bajo distintas percepciones muy particulares. En mi más íntima percepción, la auténtica belleza no es aquella que vemos publicada en las revistas o desfiles de moda, en la TV o en el cine, es aquella que vemos, con nuestros propios ojos, en la calle, en vivo, sin trucos ni manipulaciones. Frase para mis alumnos búlgaros... "sin trampa ni cartón"
En los lugares que visito acostumbro a fijarme en todas las cosas que mayoritariamente despiertan mi interés, bien sea monumentos, paisajes, comidas, gente, curiosidades, etc., bellezas que siempre procuro retener a través de mi cámara. Pero una de las bellezas que me suscitan una especial inclinación es la belleza femenina ya que, al margen de mi admiración como hombre hacia el género opuesto, me gusta observarla desde la perspectiva artística que experimento gracias a mi afición al mundo de la fotografía. Así que trato de mirar a través de una lente ficticia con la que convivo a diario.
Sin lugar a dudas, existen mujeres hermosas en cualquier parte del mundo, incluso en los lugares más alejados y salvajes de la Tierra, sin embargo, hay puntos en el mapa donde la belleza femenina destaca por su cantidad, calidad y forma así como por su manera de manifestarse, es decir, en la realidad diaria. Entro en materia...
Bulgaria, según el ranking internacional, es el cuarto país con las mujeres más bellas del mundo, y no porque haya que buscarlas en las agencias de modelos o en los castings para actrices, sino porque abundan en la calle, a pleno día, de todas las edades, desde las "younger" hasta las muy maduras, bellezas que van al supermercado, al trabajo, en el tranvía, en las cafeterías o simplemente pasean con los niños, solas, con marido, amigos o novios. No sólo destacan por sus rasgos y cuerpos bien definidos, armónicos, altos y delgados, con refinada figura, sino incluso por su forma de vestir muy moderna, sensual y femenina. A las mujeres búlgaras les encanta la ropa muy ajustada, vistosa, elegante, con complementos, abalorios y zapatos de diseño y los peinados elaborados. Cuando vas por la calle (según me cuentan) no paras de girar la cabeza y al final del día terminas con problemas de torticulis.
No se si es a causa del excelente yogur que tienen (único en el mundo y nada que ver con el célebre griego) o del queso blanco que es un auténtico manjar de dioses, pero sea lo que sea, según los estudios más serios, la mujer búlgara es una de las mujeres más bellas del mundo. y todos os preguntaréis...¿es esto cierto o se trata de un mito o exageración?
Según un artículo que encontré en la red, muchos de los extranjeros que han visitado Bulgaria se han mostrado encandilados por la belleza de la mujer búlgara. El notable antropólogo búlgaro Yordan Yordanov dice que el concepto de proporcionalidad del cuerpo humano es un fiel y estable indicador informativo que permite afirmar que la mujer búlgara es realmente muy hermosa. Esto es válido también para el hombre búlgaro, alto y atractivo, pero la mujer es superior en este sentido en todos los aspectos: rostros hermosos, piel blanca, mateada, estatura buena, cuerpo estilizado, delgado, muy bien torneado y proporcionado, feminidad, aspecto muy cuidado, ropa excelente, sensualidad, glamour, etc., características que sólo hay que venir para comprobar “in situ”.
Cuando te mueves por Bulgaria, da igual en ciudad o pueblos, quedas completamente anonadado con las mujeres. A pesar de las duras condiciones económicas y sociales que sufre en el país, la mujer búlgara logra ser atractiva, vestir con elegancia y exquisito gusto, adecuando las tendencias de moda a su estilo. Al igual que las serbias, rusas, y checas, cuenta este artículo, las búlgaras son unas de las más hermosas de Europa, sin contar con las suecas, danesas y holandesas. Desgraciadamente y para mi sorpresa, las españolas, por debajo de francesas e italianas, no figuran en ninguno de los ránkings. Algo que no comparto. Al menos debería figurar mi querido Sur.
Comentarios, opiniones y secciones de revistas a un lado, lo que si es cierto e importante destacar, es el concepto tan negativo que se tiene a priori desde nuestra España, hacia la mujer balcánica. Algo que estoy seguro, y prefiero pensar así, que es fruto del desconocimiento. Para empezar, y omitiendo la belleza exterior, y ahora si hablo únicamente de mi experiencia, en Sofía estoy teniendo la suerte de conocer a personas (chicos y chicas) con una inmensa capacidad de crecer, de desarrollarse, de conocer... Personas con inquietudes, inteligentes, capaces de manejar perfectamente un mínimo de dos idiomas, totalmente formadas y preparadas para competir en la Europa del futuro y con una capacidad de afecto, cariño y empatía que más quisieran muchos allá en la esquina opuesta del viejo continente.
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